El anciano y la vela

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Un anciano encendía una pequeña vela y la mantenía alumbrando durante unos diez minutos, aunque luciese un espléndido sol.
Extrañado un vecino, le pidió que le explicase las razones de tan insólita costumbre. He aquí su atinada y útil respuesta:
“La pequeña vela encendida me recuerda mi deber de mostrar a otros, hasta el último de mis días, las pequeñas gotas de sabiduría, los diminutos rayos de luz, que he adquirido en las múltiples y enriquecedoras experiencias de mi ya larga vida”.