Alguien que lo entendió

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“Cachorritos en venta”. Este era el anuncio colgado a la puerta de una tienda. Entre los perritos había uno con una cadera defectuosa y cojo. Ese era precisamente el que el niño quería comprar. El dueño se lo regalaba, pero el niño estaba empeñado en comprarlo, pues tenía el mismo valor que los otros. Como el hombre insistía en que ese perro jamás podría correr, saltar y jugar como los otros perritos. 
El niñito se agachó y le mostró su pierna izquierda, cruelmente retorcida e inutilizada, soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo: “Bueno, yo no puedo correr muy bien tampoco, y el 
perrito necesitará a alguien que lo entienda”.