De los males sacar bienes

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Cuentan que un piadoso peregrino pasaba por un bosque de cocoteros. En lo alto de uno de 
ellos estaba subido un mono que arrojó un coco, que dio en la cabeza del caminante. El peregrino, 
hombre sabio, una vez repuesto del golpe y del primer dolor, recogió el coco y se sentó en el suelo. 
Con cuidado rompió el coco, bebió su dulce jugo y comió placenteramente la pulpa. Con la cáscara del 
coco se hizo un tazón-escudilla que le prestó buenos servicios durante el peregrinaje.